Los profesionales de la salud, raramente solemos percatarnos, que en si mismo, la salud es un proceso empresarial como otro cualquiera, en el caso español eminentemente público. Como proceso empresarial, debe ser considerado un proceso de negocio que se orienta a la satisfacción de una necesidad, la salud, y aunque no se trate básicamente de obtener un beneficio económico por la parte oferente del servicio, es susceptible de ser llevado a cabo y ofrecido de distintas formas y bajo diferentes procesos estratégicos.
El marketing se propone maximizar el valor del producto ofrecido, la eficiencia de los resultados, es decir, en el caso sanitario se propondría maximizar el valor para el usuario de “nuestro producto”, la salud.
En el ámbito sanitario como en cualquier otro ámbito, debemos comenzar por conocer todo aquello que nuestros “clientes” desean, para de esta forma poder ofrecérselo. Conocer las necesidades de nuestros pacientes implica empatizar, ser plenamente conscientes de que debemos llegar a distintos grupos de pacientes, con distintas necesidades y por tanto, con distintas valoraciones sobre su conocimiento, valor y percepción de su salud.
Una vez, conocidas las necesidades de nuestros pacientes, como perciben los sistemas sanitarios, y como se prestan los servicios, debemos comunicar qué es lo que les ofrecemos, cómo se lo ofrecemos, a la vez que tratamos de generar una expectativa sobre el valor que adquiere para él, la prestación de servicios que vamos a realizarle.
Desde el punto de vista del marketing, la comunicación debe centrarse en trasmitir el valor que va a recibir, no de los distintos procesos sanitarios, sino de las experiencias satisfactorias que se van a “adquirir” y generar posteriormente a nuestros actos profesionales.